El nuevo enfoque:
MANEJO INTEGRADO DEL RIESGO AGROPECUARIO
El “MANEJO INTEGRADO DEL RIESGO AGROPECUARIO” presupone que
existe un riesgo asociado a las actividades del sector
agropecuario, el cual podría definirse como “cualquier fenómeno,
de carácter climático o no, susceptible de ocasionar daños sobre
la economía de una empresa agropecuaria” (1). En este sentido,
se identifican distintos tipos de fenómenos que, según el daño
ocasionado, permiten dar cuenta de diferentes riesgos ante los
cuales el productor debe actuar y/o prevenirse: Riesgo
agro-climático, relacionado con la probabilidad de ocurrencia de
fenómenos climáticos adversos; Riesgo de mercado, relacionado
con la variabilidad de los precios; y Riesgo fitosanitario,
asociado a la probabilidad de ocurrencia de enfermedades y
plagas que generen una reducción en los rendimientos esperados;
y Riesgo económico, asociado a la ausencia de una estrategia de
diversificación eficiente de las actividades productivas.
Para un adecuado manejo, entendido como “gestión”, de los
riesgos relacionados con la actividad agropecuaria y, por
consiguiente, a efectos de tomar decisiones en función de
información confiable, resulta indispensable elaborar dos tipos
de estrategias:
a) Estrategias de evaluación del riesgo: orientadas al
relevamiento, sistematización y análisis de la información
necesaria para alcanzar conclusiones lo más precisas posibles
sobre el riesgo.
b) Estrategias de reducción del riesgo: orientadas a minimizar
el impacto del riesgo previamente evaluado.
Es posible diseñar diversas alternativas a ser tenidas en cuenta
para reducir el nivel de riesgo de las actividades
agropecuarias, y dar respuesta a la problemática planteada.
Dentro de esas alternativas la ORA considera la utilización del
“MANEJO INTEGRADO DEL RIESGO AGROPECUARIO” como la solución más
apropiada. En este sentido, de acuerdo al tipo de estrategia y
el ámbito en el cual se desarrollarán, el “MANEJO INTEGRADO DEL
RIESGO AGROPECUARIO” puede resumirse en el siguiente cuadro:
Estrategias para el MANEJO INTEGRADO DEL RIESGO AGROPECUARIO
según sus ámbitos de ejecución
Ámbitos |
Estrategias
de Evaluación de Riesgo |
Estrategias
de Reducción de Riesgo |
A desarrollar por el
productor |
Consulta a sistema de
información y análisis |
Manejo eficiente de los
Recursos
Diversificación |
A desarrollar por
entidades, instituciones y/o empresas, con la eventual
participación del sector público. |
Consulta a sistema de
información y análisis |
Seguros
Opciones de Comercialización |
A desarrollar por el
sector público |
Generación del Sistema de
Información y Análisis |
Programas de Ayuda |
Estrategias de Evaluación del Riesgo
Respecto de las Estrategias de Evaluación del Riesgo, el
“MANEJO INTEGRADO DEL RIESGO AGROPECUARIO” se fundamenta en:
a) Consulta al Sistema de Información y Análisis: Los
productores deben tener acceso a información confiable respecto
de los efectos del clima sobre los rendimientos y costos, y
sobre la variabilidad de precios a fin de optimizar su proceso
de toma de decisiones. Desde luego, esta información resulta
relevante para los agentes tomadores del riesgo (compañías
aseguradoras, por ejemplo). Para estas entidades, empresas o
instituciones que ofrecen productos y/o servicios relacionados
con la cobertura del riesgo, el acceso a información precisa y
confiable impacta positivamente en los costos de dichas
coberturas, mediante una reducción de las primas.
Adicionalmente, la calidad de la información sobre el riesgo
resulta vital para el desarrollo de una política crediticia
sostenible y acorde a las necesidades del sector agrícola.
b) Generación de un Sistema Integrado de Información y Análisis:
La información necesaria para la evaluación del riesgo
agropecuario debe desarrollarse en el ámbito del sector público,
si bien no excluye la cooperación de distintos agentes privados.
El objetivo de desarrollar dicho sistema de información es poder
brindar las herramientas necesarias para la adopción de
decisiones y estrategias adecuadas. En este sentido, y siguiendo
las restricciones mencionadas, un sistema integrado de
información debería incluir (2):
· Evaluación del riesgo agro-climático: a partir de la puesta en
funcionamiento de mapas agro-climáticos zonificados y
digitalizados, más un monitoreo periódico de los factores
climáticos que inciden sobre las actividades agropecuarias.
· Evaluación del riesgo de mercado: a partir del desarrollo de
indicadores sobre evolución, tendencia y variabilidad de los
precios agropecuarios.
· Evaluación del riesgo económico: a partir de la aplicación de
un análisis de portafolio, que permita evaluar las diferentes
combinaciones eficientes de producción, teniendo en cuenta la
relación renta-riesgo asociadas a cada una de ellas.
Estrategias de Reducción del Riesgo
Por su parte, las Estrategias de Reducción del Riesgo pueden
clasificarse en tres grandes grupos: a) la gestión o manejo del
riesgo a cargo del productor –es decir, dentro de la explotación
agropecuaria, b) la tercerización o transferencia –total o
parcial del riesgo a un tercero, y c) los programas de ayuda
pública.
a) Dentro del primer tipo de estrategias de manejo del riesgo,
se deben contemplar aquellas acciones que pueden llevarse a cabo
por los productores en forma directa. En particular:
· Manejo eficiente de los recursos: Mediante la utilización
eficiente de los recursos, el productor puede optimizar la
producción agrícola y prevenir –directa o indirectamente el
efecto de los factores adversos sobre las explotaciones
agrícolas. En particular, es deseable que los productores –por
razones que exceden ampliamente el tema de riesgo agropecuario
orienten sus actividades en función de un buen manejo del suelo,
el agua, las técnicas de cultivos o producción animal y la
sanidad animal y vegetal. La Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO) (3) ha realizado un
listado de buenas prácticas (4) que resultan ilustrativas del
tipo de acciones que el productor debería implementar para la
gestión eficiente de los recursos. Entre dichas “buenas
prácticas” pueden mencionarse a modo ilustrativo el adecuado
manejo del suelo y del agua (rotaciones adecuadas de las
cosechas, aplicación de fertilizantes y las prácticas racionales
mecánicas y/o de trabajo del suelo de conservación, prácticas
que aumenten al máximo la infiltración de agua y que reduzcan al
mínimo las emanaciones improductivas de aguas, etc.); técnicas
adecuadas de cultivo y producción animal (elección de las
variedades por selección, integración de la ganadería con las
rotaciones de los cultivos, desarrollo de dependencias adecuadas
para el ganado, etc.); y aspectos sanitarios y fitosanitarios
(aplicación de técnicas de previsión de plagas y enfermedades, y
aplicación responsable de agroquímicos, entre otras prácticas).
Resulta relevante destacar que el factor tecnológico cruza
transversalmente al resto de las variables consideradas, puesto
que la utilización de la tecnología adecuada en el manejo de
suelos, agua, y el resto de los recursos, así como en lo
concerniente a los aspectos sanitarios y fitosanitarios conlleva
una reducción en el riesgo asociado a las actividades
productivas. Cabe mencionar, que el “manejo eficiente de los
recursos” es independiente del “ejecutor” de las “buenas
prácticas agrícolas” mencionadas anteriormente. En este sentido,
y dado que los productores han adoptado en gran parte la
tercerización de ciertas actividades por razones de costo y
eficiencia, la adecuada utilización de las técnicas para la
producción vegetal y animal reduce evidentemente el impacto de
los eventuales riesgos agropecuarios.
· Diversificación: es la segunda forma de gestión
del riesgo que puede ser desarrollada por el productor en forma
directa.
La diversificación consiste en invertir en distintas actividades
de manera tal de evitar la concentración en una única actividad
y la consiguiente exposición al riesgo que ésta implica. El
términos generales, la diversificación aplicada a cualquier
portafolio de inversión permite distribuir el riesgo, a través
de la inversión en una gama variada de activos que poseen
características particulares, de tal modo que el comportamiento
desfavorable en la evolución de unos pueda verse compensado por
el alza de otros. Toda inversión se evalúa principalmente a
través de dos componentes: rentabilidad y riesgo, y por lo
general, los inversores prefieren los negocios con alta relación
rentabilidad-riesgo. Sin embargo es importante destacar que lo
que interesa no es la variabilidad de los retornos para un
activo específico, sino la forma en que la variabilidad de estos
retornos se relaciona con la variabilidad del resto de los
activos que conforman un portafolio. La diversificación sólo
será eficiente, es decir valdrá la pena “no poner todos los
huevos en la misma canasta”, si las variaciones de unos activos
se compensan con las variaciones de otros.
Este es el fundamento de la teoría de portafolio (5), según la
cuál el riesgo de un portafolio de inversión no está dado por la
variación de los retornos de cada uno de sus activos sino por la
covarianza de los activos entre sí, es decir la forma que ellos
varían en conjunto. Por lo tanto un activo que posea una
rentabilidad media o baja y un riesgo relativamente alto, puede
resultar beneficioso para un portafolio si su correlación con el
resto de los activos es baja (cercana a cero) o negativa.
En relación con las actividades agrícolas, la diversificación
puede ser tanto inter como intra-zonal. La primera tiene dos
objetivos principales: lograr una oferta del producto más
estable –al generar el mismo producto en áreas distantes para
aprovechar la diversificación climática y lograr la ubicación
geográfica óptima de cada una de las actividades teniendo en
cuenta la zona agroecológica más adecuada. Por su parte, la
diversificación intra-zonal procura maximizar los retornos
esperados y minimizar su variabilidad a través de la
complementariedad de las diferentes actividades dentro de una
misma zona agroecológica.
No obstante, la mera combinación de distintas actividades no
garantiza por sí misma una reducción en los niveles de riesgo
asociadas. En efecto, resulta imprescindible realizar una
correcta evaluación de las rentas esperadas y sus
correspondientes desvíos, de forma de obtener una adecuada
estimación de riesgo de cada actividad, antes de planificar una
estrategia de diversificación. Por lo tanto, a efectos de lograr
una exitosa estrategia de diversificación, es decir de trabajar
con un portafolio óptimo, el productor agropecuario debe estar
en condiciones de contar con un análisis de la rentabilidad y el
riesgo asociada a cada una de las actividades posibles, junto
con una estimación de las respectivas covarianzas.
b) En segundo lugar, resulta posible diferenciar aquellas
estrategias de gestión que se basan en la transferencia o
tercerización del riesgo, desde el productor hacia entidades o
instituciones idóneas. En este grupo se destacan los seguros
agrícolas y las opciones de comercialización:
· Seguro Agrícola: La principal función de los seguros consiste
–en un nivel de análisis microeconómico– en eliminar los
posibles retornos negativos, mediante la cobertura de
determinados eventos y así generar retornos esperados más
estables. No obstante, el seguro agropecuario conlleva una serie
de beneficios sociales que exceden a las ventajas directas
percibidas por el productor. En efecto, mediante el seguro se
posibilita la estabilización de los ingresos de los productores,
otorgando de esta forma una mayor previsibilidad al sector
agropecuario, factor determinante en el marco de una economía
que depende en
· Opciones de comercialización: Las opciones de comercialización
constituyen una alternativa adecuada para la gestión del riesgo,
y deben también ser tomadas en cuenta para reducir la
variabilidad de los ingresos a través de la estabilización de
los precios. En efecto, los fundamentos y dinámica de los
mercados externos, los cambios en los patrones de consumo y
producción a nivel mundial al igual que los factores internos
–tales como capacidad y tecnologías de almacenaje y transporte,
estructura del mercado, regulación, acceso al crédito,
estacionalidad de la producción, etc.– constituyen elementos que
afectan al funcionamiento de los mercados. Adicionalmente, los
niveles de existencias, la oferta y demanda a nivel nacional y
mundial e indirectamente los precios, son influidos por
decisiones voluntarias de los grandes actores (políticas
sectoriales, subsidios a la producción y exportación,
centralización en la compras y ventas externas, barreras al
comercio, etc.) así como por fenómenos ciertamente menos
previsibles y con una importante componente aleatoria. Todos
estos factores mencionados, generan una considerable
variabilidad de los precios agropecuarios, lo cual hace
necesario contar con una adecuada gestión del riesgo de mercado,
que se canaliza por lo general, a través de las opciones de
comercialización.
Entre las alternativas más comunes de opciones de
comercialización se pueden mencionar los contratos de forward y
los instrumentos financieros disponibles en los mercados de
futuros y opciones. Los contratos de forward son compromisos de
compra-venta entre privados sin realizarse a través de mercados
organizados. Sobre la base de una negociación libre, el
productor puede cerrar una operación en la que él se compromete
a vender un determinado activo (cosecha, ganado, etc.) bajo
condiciones preestablecidas (entre ellas, precio y fechas
ciertas) y su contraparte acuerda realizar la compra bajo esas
condiciones. En los casos en los que la producción cumple con
las condiciones estandarizadas de mercados organizados, se
utilizan los contratos de futuros u opciones. Los mercados de
futuros se han desarrollado a partir de las necesidades de los
productores y procesadores-consumidores de fijar precios futuros
tendientes a acotar el impacto de los cambios de los precios en
las mercaderías. En los futuros todas las variables de
compra-venta se encuentran estandarizadas y lo único que sufre
modificación es el precio: el comprador fija el precio de compra
del activo y quien vende, fija el precio de venta del mismo.
Generalmente no se realiza movilidad física del activo. Las
opciones se clasifican en dos tipos: call (para el comprador) y
put (para el vendedor), en las cuales se otorga al tenedor de la
opción –sea comprador o vendedor – el derecho, no así la
obligación, de comprar o vender la cantidad determinada del
activo subyacente por un cierto precio de ejercicio y con un
cierto vencimiento. La condición de obligatoriedad diferencia a
los futuros de las opciones.
El uso de estas distintas opciones de comercialización es
considerado como una estrategia relativamente efectiva para
enfrentar las fluctuaciones de los precios mencionadas. La
utilización de una cobertura vendedora se encuentra generalizada
entre quienes tratan de proteger el precio de la producción
cuando media un lapso de tiempo considerable entre la decisión
de invertir y la realización efectiva de la producción. Tal es
el caso de un productor que aún no ha levantado la cosecha o que
dispone del grano acopiado (o de un acopiador que ha comprado
grano y que todavía no lo ha vendido) quienes pueden vender en
el mercado a término contratos de futuros y así congelar el
precio de venta. Asimismo, los productores y/o acopiadores que
no desearan obligarse a vender, sino sólo asegurarse la
posibilidad de hacerlo, o aquellos que no contaran con los
fondos necesarios para cubrir las garantías mínimas que
establecen estos mercados, tienen la opción de comprar un put
(opción de venta), instrumento que les permite cubrirse por
medio del pago de una prima, que actúa en la práctica como un
seguro de precio. Al igual que los demás tipos de seguros, si
ocurre el siniestro (en este caso, una caída de los precios
futuros de mercado por debajo del precio prefijado), el
productor / acopiador puede ejecutar su opción y lograr de este
modo (al igual que los contratos de futuros o forward) congelar
su precio de venta. Si los precios de mercado exceden el precio
asegurado, sólo habrán incurrido en un costo adicional, monto
que en las decisiones particulares de comercialización
finalmente es comparado contra el valor subjetivo asignado al
riesgo. En este sentido, es clara la importancia del uso de
contratos y activos derivados, tendientes a reducir o transferir
el riesgo inherente a toda decisión de inversión por parte del
productor agropecuario.
c) Finalmente, un tercer conjunto de estrategias de reducción
del riesgo está comprendido por las acciones públicas de
ayuda directa a los productores:
· Programas Públicos de Ayuda: Estos programas de asistencia a
los productores incluyen aquellas acciones que realizan los
Estados de manera “ex-post” a las emergencias o catástrofes no
previstas. Las acciones se implementan en forma de ayudas
directas o indirectas que se financian con fondos públicos o
partidas presupuestarias. Por lo general, las ayudas directas
tienen como objetivo permitir que el productor reinicie su ciclo
productivo tan pronto como sea factible, contando con el capital
financiero necesario para realizarlo. Estas ayudas se refieren a
los pagos directos o créditos a tasas subsidiadas que se otorgan
a los productores afectados para que puedan recomponer el
capital de trabajo: reponer insumos, reconstruir instalaciones,
etc. Las ayudas indirectas se caracterizan por subsidiar o
prorrogar pagos que el productor debiera realizar en ese año
fiscal pero que por las pérdidas sufridas difícilmente pueda
cancelar, dada la disminución sustantiva de sus ingresos. Serían
ejemplos de ayudas indirectas las prórrogas o eximiciones
impositivas y las condonaciones –parciales o totales – de deudas
crediticias existentes, entre otros. La eficacia de los
programas públicos de ayuda depende, en gran medida, de la
correcta formulación de la normativa para los casos de
emergencias y/o catástrofes. En particular, un adecuado marco
jurídico debería establecer las situaciones en las cuales dichas
ayudas deben otorgarse, definir los beneficiarios y establecer
un conjunto de reglas mínimas para el funcionamiento de los
distintos instrumentos de protección que utilizarían en el
sector. Este tipo de definiciones resulta clave para el
desarrollo de un mercado de coberturas. En este sentido, cabe
tener presente que la finalidad de dichas ayudas es responder
ante casos no previsibles y “extremos”, dado que su efectividad
quedaría desvirtuada si dichas ayudas se extendieran a
situaciones que podrían ser cubiertas por otros.
Fuente: SAGPyA